Serena observaba el cuerpo de Lorenzo desvanecerse en la distancia, fingiendo estar triste.
De cualquier forma, ante Esteban, aunque fuera una actuación, debía demostrar que lo amaba.
Esteban sonrió con cierta ironía y dijo:
—¿Ese era el hombre que amabas?
Serena asintió:
—Nos conocíamos desde hace muchos años.
—Ella era bastante común —comentó Esteban con franqueza—. Mi querida esposa, tú eras muy bella, pero tus elecciones amorosas no eran las mejores.
Serena se quedó en silencio.
Si otro hombre decía ideas similares, podría bromear con que era un sapo criticando a los humanos.
Pero si Esteban calificaba a Lorenzo de ordinario, dudaba que hubiera lugar a discusión, pues Esteban siempre destacaba—en apariencia y en posición— por encima de Lorenzo.
Aunque Esteban conversara relajado, aquello confirmaba lo poco que le importaba el asunto.
No en vano, en la historia original, aunque Serena—como esposa de Esteban—murió miserablemente a manos de Lorenzo y Cloris, Esteban nunca flaqueó al